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Mary Alice Scott

by Kami Rice

Photos by Mark Cornelison

 
Mary Alice Scott started studying anthropology as part of her undergrad work toward a degree in gender and women’s studies. It wasn’t until later, during a conversation with one her father’s colleagues that she realized studying anthropology in graduate school could be the best path to the work she really wanted to do. 
 
When Scott described her interests in women’s health, in doing further work in Mexico, in working in the academy and in having an impact on policy, her father’s friend, a medical anthropologist, recommended that she consider graduate programs in applied medical anthropology.
 
“To be honest, I really didn’t know that there was a medical anthropology concentration,” Scott explained. Now as she finishes up her dissertation, on track to be completed in March 2010, Scott’s research on the effects of transnational migration on women’s health places her in both cultural and medical anthropology.
 
The path toward her current research interests began during her senior year at Duke University. She studied abroad in the state of Guerrero in western Mexico and then stayed on for an extra semester, working with a nurse doing research in one of the state’s small communities.
 
Scott said that was the first time she saw a community’s women staying behind while its men were away earning money. In Guerrero she observed that the men went back and forth to the city where they sold baskets the women made. “I just noticed the incredible burden on women in terms of what they had to do, the care of the home,” explained Scott. The women talked about how hard it was to manage everything on the home front with the men away.
 
The national conversation regarding immigration in America has focused predominantly on the migrants who come into the United States. But Scott urges that there is a much more complex story to be told. “I just felt like it was really important to tell women’s stories, to tell the stories of the people left behind,” she said.
 
Still, studying the effects of transnational migration on communities wasn’t her original intent, but that all changed when Scott travelled to a community in the state of Veracruz to do her preliminary research. Residents had been leaving this particular community for jobs in the United States and in larger Mexican cities for only about five years, so it was still relatively new for the community. Scott shifted her research to study the effects of this migration on women’s health, something no one had looked at before.
 
As she delved into her research, Scott was surprised to find the impact on women and the extent to which women were ignoring their own well-being. She met grandmothers with chronic health conditions, such as diabetes and hypertension, who were essentially becoming mothers to their young grandchildren when the children’s parents went to the United States or to border cities for work.
 
One woman who used to be able to control her diabetes with her diet now needed insulin. In order to get insulin from the clinic, she had to wait all day with her three-year-old grandchild in tow. That is, if the clinic even had the insulin in stock. “She didn’t feel like there was any choice,” Scott said, and explained that the grandmother couldn’t send the kids to their parents or ask the parents to return. Caring for the children was “what had to be done, but the effects of that were pretty severe for her.”
 
According to Scott, many women speak of the challenges of having to be both mother and father and describe feeling afraid, unprotected and unable to do it all.
 
As she progressed deeper in her research, Scott found it necessary to adjust her definition of health. Initially she was focused on impacts on physical health, but she discovered that was too narrow a definition. Women were describing an impact that exceeded physical health and extended into an impact on overall well-being. “Their own health and own well-being really came last for most of the women I talked with,” noted Scott.
 
Although she has come a long way from the conversation that initially encouraged her to consider anthropology, Scott’s long-term vision and interests are largely the same as they were then. The ideas are just more specific now, she said.
 
She continues to be interested in working in Mexico because “the relationship between the United States and Mexico is powerful, and it has intense effects on people.” She feels that it is important to investigate the relationship between these two countries, and to have a positive impact on making that relationship different.
 
As she enters the job market, Scott will also be looking for ways to connect the ideas uncovered by her research with the public and with policy makers, which is just what applied anthropology is all about. “There are a lot of anthropologists that are getting their work out to the public,” she enthused, “so I have a lot of role models and people I can consult to figure out how to do that.”
 
 
 
 
 

Mary Alice Scott comenzó sus estudios en antropología con la intención de luego sacar una maestría en Gender Women Studies. Sin embargo, este sueño cambió al sentarse a conversar con un colega de su papá, ya que él la ayudó en darse cuenta que la maestría que la beneficiaría más para el trabajo que quería hacer era una en antropología.

Scott le explicó al colega de su padre su interés en la salud de las mujeres, en trabajar en México, en trabajar con la academia y en lograr impactar de una manera u otra las políticas en relación con las mujeres y el trabajo de las mismas. Al oír esto, el colega de su papa, quien es un médico antropólogo, le recomendó que considerara una maestría en el área de antropología médica aplicada.

Scott nos comentó como “Siendo honesta, yo no tenía idea alguna que había una concentración médica en los estudios antropólogos.” En marzo del 2010, Scott completó su tesis en los efectos que tienen las migraciones transnacionales en la salud de las mujeres, tanto en lo médico como en lo cultural.  

En su último año  en Duke Univeristy, Scott participó un programa de intercambio con una Universidad en el estado de Guerrero in México. Su interés en el ámbito antropólogo aumentó y ella decidió quedarse un tiempo extra para poder trabajar con una enfermera y al mismo tiempo poder conducir investigaciones sobre las comunidades en su alrededor.

Scott nos comentó como al estar en Guerrero ella se dio cuenta de cómo los hombres de familia iban y venían de la ciudad para vender canastas mientras que las mujeres se quedaban atrás cuidando del hogar. “Me di cuenta de la carga y presión que tienen las mujeres ahí, lo mucho que tienen que hacer y el cuidado que le dan al hogar.” Las mujeres de la comunidad me contaron lo difícil que era el organizar el hogar cuando sus esposos no estaban presentes.

Las varias discusiones nacionales que tratan sobre la inmigración en América se enfocan únicamente en aquellas personas que vienen a Estados Unidos. Sin embargo, Scott insiste en que la situación es más compleja de lo que se ve y que es importante el considerar no solo quien llega a Estados Unidos, pero también aquellos que se quedan en su país de origen, en especial las mujeres.

Scott nos comentó que el estudiar las consecuencias de la migración transnacional no era su meta cuando empezó sus estudios. Sin embargo, cuando Scott viajó a Veracruz, ella observó como la salud de las mujeres estaba siendo afectada por la migración de los miembros de la comunidad hacia Estados Unidos u otras ciudades en México. Fue en este momento que Scott decidió enfocar su investigación en las consecuencias de la migración en la salud de las mujeres—un camino que nadie había previamente explorado.

Al paso que la investigación avanzaba, Scott descubría que los efectos y consecuencias eran más serios de lo que ella originalmente asumió. Scott se sorprendió al darse cuenta que la mayoría de las mujeres ignoraban su bien estar y que varias abuelas de la comunidad se convertían en madres de sus nietos cuando los padres decidían irse a buscar trabajo y dejaban a sus hijos atrás.

Scott nos compartió la historia de una de las abuelas que conoció en Veracruz. La señora era diabética y conseguir la insulina no era fácil ya que había veces que la clínica no la tenía disponible. A parte de esto, la salud de ella estaba empeorando por la presión que tenía de cuidar a su nieto de 3 años. Sin embargo, la abuela le comentó a Scott como no le quedaba de otra, así era como debían de ser las cosas, ya que no podía pedirles a los padres que regresaran y al mismo tiempo no les podía mandar al niño a donde ellos estaban. Cuidar de su nieto se convirtió en una responsabilidad que le costó su bien estar y su salud.

Las dificultades que estas mujeres tenían que sobrepasar eran y siguen siendo inmensas. Scott cree que por la mayor parte, ellas están asustadas y se sienten desprotegidas e incapaces de realizar la tarea que tienen de una manera satisfactoria.

Al darse cuenta de todos los obstáculos, Scott pensó que era necesario expandir la definición de salud en cuanto a su investigación. No era solo una cuestión de salud física, el bienestar en general de las mujeres estaba siendo grandemente impactado. “Su salud y su bienestar era lo último de lo que ellas se preocupaban” dice Scott al mirar atrás y revivir las conversaciones que ella tuvo con estas mujeres.